En los próximos días me han convocado a una reunión, en la que participaran representantes de distintas fuerzas política y personas no afiliadas, para reflexionar sobre la posibilidad de presentar una candidatura, digamos que progresista, que se presente a las próximas elecciones municipales de 2011.
Tengo claro que el PSPV-PSOE de Alfafar encabezado por Emilio Muñoz y rodeado de su cohorte asalariados: concejales, asesores, directores, etc., han gobernado en los últimos años con un objetivo prioritario: mantener sus sueldos y privilegios. La mayor parte de sus asalariados necesitan el puesto para seguir viviendo como viven. Si dejaran de cobrar del ayuntamiento su nivel de vida cambiaría sustancialmente. Incluso muchos de ellos estarían sin trabajo.
Y la alternativa PP pone los pelos de punta. La misma manera de actuar que el PSOE en los lugares en que gobierna, aliñada con agua bendita, hisopos, campañas contra el laicismo, defensa de la guerra de Irak, Gurteles de todo tipo. Y ni siquiera curran para acelerar la toma del ayuntamiento, se limitan a esperar los desatinos de la izquierda para hacer peor lo mismo que los Socialistas.
Nuestros dirigentes políticos, económicos, académicos y sindicales llevan años machacando a la ciudadanía con mensajes de que «hemos de competir», «debemos de sobresalir», «tenemos que ganar más» «intentar ser el número uno». Nos dicen, como nos decían nuestros padres que «ande yo caliente y ríase la gente, «que me quiten lo bailao», «el que no roba es porque no puede». O como dicen nuestros nietos «yo curro para pagar la letra del coche y la fiesta del fin de semana». Ya sé que no son todos pero me temo que es una mayoría. Y así nos va.
Las decisiones de gastos e ingresos municipales se toman para ganar elecciones y seguir disfrutando de privilegios. Nuestro ayuntamiento está en quiebra. Y no es lo peor, han firmando contratos de préstamos, concesiones de polideportivo, la nueva guardería, puestos de funcionario, que afectan a los pagos que tendremos que hacer desde el ayuntamiento en los próximos treinta años. Un disparate. Se atreven a tomar decisiones que obligarán a generaciones sin escuchar a la parte de la sociedad civil que no desea esas actuaciones. Hemos reflexionado sobre ellas y estamos convencidos que no beneficían sustancialmente a los ciudadanos sino a políticos, constructores, sicópatas del consumo y faunas similares. Y la mayoría de población calla y dice que todos los políticos son iguales.
No podemos quejarnos, tenemos los políticos a los que hemos dado la mayoría en unas votaciones.
Nos queda recurrir a «la sociedad civil municipal» para informar de lo que sabemos, criticar lo que nos parece mal y proponer aquello que creemos justo. Y en ese territorio reafirmamos el comportamiento despótico de nuestro poder municipal.
Las relaciones de nuestro ayuntamiento con la sociedad civil: fallas, asociaciones, jubilados, bandas de música, comparsas, colectivos, ciudadanos organizados puntualmente contra los aparcamiento en la avenida, o contra la subida de impuestos, se rigen por reglas sencillas. Si eres de «los míos» te ayudaré. Si eres de ni fu ni fá, tendrás migajas siempre que calles. Si sistemáticamente me criticas, desvelas cosas que no quiero, exiges participación ciudadana, el cumplimiento del programa electoral con el que se presentaron a las elecciones, vamos, si eres reivindicativo, no tengas dudas, te recortaré subvenciones, me cargaré cualquier iniciativa que presentes y si puedo haré lo posible por destruirte. Todo vale para conservar el sueldo.
Amenazan sutilmente a las asociaciones que se reúnen con los radicales (DRAE: «Partidario de reformas extremas, especialmente en sentido democrático), utilizando sencillos argumentos: mientras te deje un local, te pague unos cuantos gastos, te de subvenciones aunque sean pequeñas, te invite a viajes, te ofrezca actuaciones o cosas similares, date por satisfecho. Y tragan, literalmente tragan porque les parece razonable que sea así.
Quedamos unos cuantos irreductibles (algo así como una mezcla de Don Quijote, Asterix y Guillermo Tell), que aguantamos como viejos maniáticos, que no nos dejamos comprar y con más moral que El Alcoyano, seguimos en la brecha con el convencimiento de que esas mayorías necesita tener una minoría de resistentes que «les saquen los colores». Si les quedara algo de vergüenza escucharían a las personas y organizaciones que, aunque muy minoritarias, son capaces de reflexionar, pensar, imaginar el futuro desde el convencimiento de que «otro mundo es posible».
Y por eso me reuniré para hablar de una candidatura progresista a las municipales de 2010. Es una más de las oportunidades que tenemos para hacernos oír.
«La batalla que seguro está perdida es la que no se comienza».