Feb 15 2011

Dieciseis años son nada

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Sigo copiando a mi admirado Javier Ortíz

Los bomberos de la alarma social

La lectura del manifiesto que han suscrito CCOO y UGT con CEOE y CEPYME me ha sumido en la perplejidad.

Punto primero: ¿para qué lo han elaborado? No, desde luego, para iluminar nuestra senda en esta hora de tribulaciones. En relación a la crisis política, no propone nada. El panfleto síndico-patronal adopta un estilo hasta ahora exclusivo de los mensajes navideños del Rey y las homilías episcopales de tono social, tan aficionados, los unos y las otras, a lamentar lo que va mal, acumular buenos deseos y exhortar a súbditos y fieles a ser buenos, sin entrar en detalles prácticos, siempre enojosos.

Oigo al patrón de los patronos, José María Cuevas, justificar lo inconcreto del documento: «Es que si hubiéramos entrado a discutir sobre soluciones políticas, no nos habríamos puesto de acuerdo». O sea, que a ellos les pasa lo mismo que a los partidos a los que piden soluciones: que no coinciden en lo que conviene hacer. Pues vaya una aportación, la suya.

El valor político del manifiesto en cuestión no estriba en lo que dice. No podría: no dice nada. Su importancia reside en que, primero, ha servido para que UGT, CCOO y la patronal se hayan presentado juntos, dando a entender que por lo menos ese frente no está abierto; y segundo, en que, al enunciar qué problemas preocupan a los signatarios del acuerdo, aclara también de paso qué problemas no les preocupan. Insisten en que hay que acabar cuanto antes con la inestabilidad y la incertidumbre, pero no dicen ni pío sobre las causas que nos han conducido a esa situación crítica y sobre la necesidad de clarificarlas. Llevan las cosas todavía más lejos: precisan que lo que les inquieta es «la percepción de la inestabilidad». De ahí a decir que lo realmente pernicioso no es tanto que haya existido el terrorismo de Estado, la malversación masiva de fondos reservados y la corrupción de tantos detentadores del Poder, sino que todo eso se haya conocido y haya alterado la paz de los mercados, no hay ni siquiera medio paso. En realidad, ese medio paso ya lo han dado: la negativa de los órganos rectores de los dos sindicatos de mayor implantación a convocar los actos del pasado 27-E y su rechazo a participar en las protestas contra la corrupción dicen más sobre su posición que mil manifiestos.

¿Qué pretenden? Cada cual lo suyo, sin duda. La patronal no tiene ni que explicarlo: si puede aparecer como dialogante y de paso sacar tajada, tanto mejor. La UGT, me temo, está atrapada por sus deudas, tanto monetarias como ideológicas.

¿Y Comisiones? Ay, Comisiones… Se diría que Antonio Gutiérrez y los suyos, después de mucho otear el horizonte patrio, han decidido que lo mejor es hacer de Pujol, o sea, dedicarse a echar una mano de vez en cuando a González pasándole factura a continuación. ¿Que eso no es muy propio de un sindicato de izquierdas? Pues no. Pero, oye, si pagan…

Javier Ortiz. Los bomberos de la alarma social. El Mundo. 1 de febrero de 1995.